Peñarol cayó en el Tróccoli y dejó pasar una chance dorada
- 27/10/25
- Andrés López
Derrota deportiva, política y anímica: el Mirasol se complicó solo y revivió a todos sus perseguidores
Era el partido que Peñarol no podía perder. No por el rival, no por la cancha, sino por el contexto. Pero pasó lo que muchos temían: el equipo de Diego Aguirre jugó su peor partido del año y cayó 2-0 ante Cerro, en una jornada que pudo marcar un antes y un después en el Torneo Clausura y que por fortuna no capitalizó ni Defensor ni Nacional.
Una derrota con triple impacto
La caída en el Tróccoli no solo fue deportiva, sino también política y anímica.
Peñarol le dio vida a todos: a Liverpool, que si gana se pone a cuatro; a los tricolores, que podrían quedar a dos; y hasta a Torque, rival directo en la última fecha. Lo que debía ser la tarde de la consagración terminó siendo una montaña rusa de frustraciones.
Sin juego, sin actitud y con lesiones
El equipo fue una sombra. Ni el doble nueve funcionó, ni Leo Fernández apareció. El mediocampo fue un desconcierto y la defensa, un desfile de errores. Cortés falló en el primer gol, y en el segundo volvió a quedar expuesto. Maxi Olivera, uno de los pilares del semestre, salió lesionado y podría perderse el cierre del torneo, mientras que Gularte quedó suspendido. Como si fuera poco, Sosa y Remedi están en capilla con cuatro amarillas.
Un Peñarol que no juega a nada
Más allá del resultado, lo preocupante es el cómo. Peñarol no generó situaciones claras, no tuvo volumen de juego ni mostró respuestas desde el banco. Los corners mal ejecutados de Leo Fernández fueron el reflejo de un equipo sin variantes, sin ideas, que repite fórmulas que no funcionan. Cerro, sin grandes nombres y con un plantel que lucha más que juega, le ganó con orden, intensidad y carácter.
La Fiera en la cuerda floja
Aguirre repitió el once que todos pedíamos, pero la respuesta de los jugadores fue nula. El equipo no transmite nada, y lo que era una oportunidad para liquidar el Clausura pudo haberse transformado en un final abierto lleno de incertidumbre. Encima, entre semana se viene la final de Copa Uruguay, donde perder sería un golpe casi irreparable en lo anímico.
Un cierre con las mismas vibras que 2023
Lo más inquietante es la sensación de déjà vu. El equipo transmite las mismas vibras que el cierre del 2023: sin reacción, sin juego y dejando puntos contra rivales menores. Si Peñarol no reacciona ahora, el bicampeonato que parecía al alcance de la mano puede esfumarse como tantas otras oportunidades desperdiciadas.